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sábado, 23 de octubre de 2010


El Vino Argentino


A partir de Perú, el cultivo de la vid se extendió hacia el sur del continente, llegando a Bolivia, Chile y Argentina. Pero, el verdadero desarrollo de la vid, debe atribuirse a los primeros colonos españoles que tomaron posesión del Valle de Güentata.
A partir de 1561, Mendoza tuvo dos fundaciones. Ambos fundadores, Pedro del Castillo y Juán Jufré, fueron entusiastas viticultores. La viña, fue desde el primer momento, la principal riqueza cuyana. En 1598, es decir 37 años después de la fundación, aparecieron los primeros vinos de esta ciudad en Buenos Aires. De acuerdo con el censo de 1739, había ya en Mendoza 120 viñas y algo más de 66 hectáreas, con una producción de 400.000 litros de mosto. En 1887, la superficie de viñedo mendocino es estimada en 2.693 hectáreas distribuidas en los departamentos de Guaymallén, Las Heras y San Vicente (Godoy Cruz).

El cultivo de las vides criollas era predominante, aunque los viñadores se manifestaban entusiasmados por el cultivo de variedades introducidas. Las variedades francesas que gozaban de mayor preferencia eran el Cabernet Sauvignon y Pinot noir. El comercio de vinos en Mendoza, en esos años, era promisorio. En 1903, Mendoza ya poseía 16.379 hectáreas de viña francesa y solamente 5.749 hectáreas de vides criollas. En poco más de 15 años, la fisonomía del viñedo mendocino se había modificado radicalmente.
Dos factores preponderantes influyeron en el gran auge de la viticultura. Por un lado, la gran proporción en Mendoza de población inmigrante europea, proveniente de países latinos, dónde la viticultura era una gran industria. Y, por otro, la llegada en 1885 a estas tierras del ferrocarril. Su influencia sobre la industria vitivinícola fue revolucionaria.
La región vitivinícola en Argentina se desarrolla entre los 22° y 42° de latitud sur. Se extiende al pie de la cordillera de los Andes a lo largo de más de 2.400 Km., desde la provincia de Salta hasta la provincia de Río Negro, con una diversidad de climas y suelos que hacen de cada región un terruño único.
En términos generales, las zonas dedicadas al cultivo de la vid son secas y áridas con un bajo nivel de lluvias y humedad, factor determinante para la sanidad de las uvas.
Los abundantes días de sol y la gran amplitud térmica favorecen una buena maduración y concentración de aromas y color en los granos. Los suelos son profundos, permeables y pobres en materia orgánica, cualidades decisivas a la hora de obtener un buen vino. Debido al bajo régimen de lluvias, el riego se hace necesario. El agua proviene del deshielo de la cordillera de los Andes, que desciende en forma de ríos para convertirse en canales o acequias.
Sin lugar a dudas, la combinación de estos factores hace de la Argentina un oasis para la elaboración de vinos de la más alta calidad.

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